
Escribo en El Cuaderno un texto sobre Whistle and I’ll Come to You, mi película de fantasmas favorita y, más en general, sobre el rasgo que más me interesa en el cine británico.
En algún lugar Truffaut dijo que la expresión cine inglés era un oxímoron, una contradicción en los términos. Y analizando las respuestas de las distintas cinematografías nacionales a la segunda guerra mundial, Godard sostiene en su magistral Historie(s) du cinema que «Inglaterra hizo lo que siempre ha hecho: nada». Para quienes aceptamos cobijarnos bajo el paraguas ahora un tanto desprestigiado de la cinefilia, el cahierismo ha sido muchas cosas; entre ellas, sin duda, una fábrica de prejuicios. Y es que, por más que les pese a Godard y Truffaut, el cine inglés existe. El descubrimiento gozoso de la excepcionalidad de ciertas corrientes del cine británico ha sido uno de los hechos esenciales de mi vida cinéfila.