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Ryuichi Sakamoto in memoriam

“I want to travel by night across the steppes and over seas
I want to understand the cost of everything that’s lost
I want to pronounce all their names correctly.”

En cierta medida, mi historia es la historia de un fracaso. No de un fracaso personal, sino colectivo. Muy pronto -de tal palo, tal astilla- supe que iba a hace un modo de vida del cruzar fronteras, de la itinerancia de datos, del no ser de ninguna parte, del aprender a pronunciar todos los nombres de forma correcta, del sentirme más en casa en una habitación de hotel que en la que en ese momento fuese mi casa.

Poco heroico desde niño, mis modelos han sido menos (aunque un poco también, como fantasía) los ronin, los jesuitas euclideos de las cortes asiáticas o los conquistadores que los mercaderes holandeses, ingleses e italianos de la Europa del primer capitalismo. (Por eso, por cierto, nunca necesité tragarme el resto del pack gagá-liberal de Escohotado para reírme con él de “los enemigos del comercio”.)

Lo raro es que por un tiempo, durante los últimos 90 y toda la década siguiente, estuve convencido de que lo que en el pasado había sido la elección y el destino de unos pocos, en el siglo XXI sería la norma para muchos, que el nomadismo y el cambio constante de lengua e identidad estaba a punto convertirse en el modo de hacer las cosas de nuestra época. Y nada y nadie encarnaba ese sueño global como Ryuichi Sakamoto y su música. Su listado inacabable de colaboradores cosmopolitas (Caetano, Arto, Sylvian, etc.), sus estribillos en todos los idiomas cuyo estudio acumulaba, todo en Esperanto, Heartbeat o Smoochy remitía hacia el inevitable futuro global. Todos sabemos lo que ha pasado después.

Laura Palmer ya no vive aquí

Laura Palmer nunca se mudó a Los Angeles. La encontraron muerta, wrapped in plastic, un 24 de febrero de 1989 en Twin Peaks, Washington. Su amiga Audrey Horne tampoco se marchó a Los Angeles. Al parecer, ése es el destino que tenían previsto para ella David Lynch y Mark Frost: un spin off de sus aventuras californianas. Abandonada la idea, Audrey Horne se convirtió en la Betty Elms (¿o era Diane Selwyn?) de Mulholland Drive.

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Mahler: grabaciones favoritas

Hace más de una década que no actualizaba mi listado de grabaciones preferidas de la música de Mahler. Desde el cambio de siglo, Mahler ha ido consolidándose como el compositor clásico más interpretado en los auditorios y más grabado en disco. Prácticamente no hay director que se precie que no tenga o esté registrando su ciclo Mahler. Y, como suele ocurrir, pocas de esas grabaciones añaden demasiado de nuevo. Pero tampoco vais a encontrar aquí un fetichismo de la grabación clásica: hay un puñado de grabaciones recientes que se han colado entre mis favoritas.

Max Oppenheimer, Orquesta, 1923

Para esta edición he decidido dejar tres versiones de cada sinfonía, aunque no me ha importado añadir en algunos casos algún extra: grabaciones históricas o clásicas que sin estar entre mis favoritas resultan imprescindibles y un puñado de wild cards, grabaciones de culto no exentas de problemas pero cuya personalidad las hace imposibles de ignorar. También he citado en algunos casos grabaciones clásicas consideradas “de referencia”, pero que a mí no me entusiasman. La primera opción es en cada caso mi favorita.

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El contrato del dibujante vuelve a los cines

Es curioso y muy sintomático lo poquísimo de moda que están las películas de Peter Greenaway. En los últimos años el cine ha decidido seguir dos caminos: por un lado, el cine narrativo ha optado por la infantilización de los superhéroes y los elfos y por el regreso a las concepciones más lineales y decimonónicas del relato a través de la recuperación del modelo de la serialización; por otro, el cine de festivales y vanguardias se ciñe a un formato de lentitud y rarefacción. Ambos modelos, además, parecen presos de una nueva voluntad ascética y puritana adecuada a la sensibilidad inquisitorial de estos años: el cine comercial parece haber proscrito los cuerpos en general y el sexo en concreto; el de autor, está atado a la mirada documental y renuncia al artificio (¿hay artificio mayor que ignorar la artificialidad integral del empeño cinematográfico?)

Está claro que en ninguno de ambos modelos encaja el cine excesivo, escatológico y barroquísimo de Greenaway. En sus películas hay series, sí, pero no las series de capítulos, con su línea direccional y sus arcos narrativos, sino las series numéricas de las matemáticas barrocas que le exigen orden al caos y los compartimentos estancos del gabinete de curiosidades del coleccionista ilustrado.

Y, por supuesto, están los cuerpos. Cuerpos grandes y pequeños, gordos y delgados, que comen, cagan, mean y follan, que gozan y sufren. No, no me extraña que Greenaway no esté de moda.

Por eso, el regreso de El contrato del dibujante a la pantalla grande en Reino Unido -ese Reino Unido post-Brexit que se parece tanto a la sociedad en putrefacción de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, que era a su vez una fantasía a partir del Reino Unido de finales del tatcherismo- es una noticia maravillosa y la excusa perfecta para un viaje express allí. O, en todo caso, la confianza de que entre los regalos navideños hay se acuerde de incluir el BluRay del British Film Insitute con la restauración en 4K de la película.

Geografía y cinefilia: una defensa del cine inglés de fantasmas

Escribo en El Cuaderno un texto sobre Whistle and I’ll Come to You, mi película de fantasmas favorita y, más en general, sobre el rasgo que más me interesa en el cine británico.

En algún lugar Truffaut dijo que la expresión cine inglés era un oxímoron, una contradicción en los términos. Y analizando las respuestas de las distintas cinematografías nacionales a la segunda guerra mundial, Godard sostiene en su magistral Historie(s) du cinema que «Inglaterra hizo lo que siempre ha hecho: nada». Para quienes aceptamos cobijarnos bajo el paraguas ahora un tanto desprestigiado de la cinefilia, el cahierismo ha sido muchas cosas; entre ellas, sin duda, una fábrica de prejuicios. Y es que, por más que les pese a Godard y Truffaut, el cine inglés existe. El descubrimiento gozoso de la excepcionalidad de ciertas corrientes del cine británico ha sido uno de los hechos esenciales de mi vida cinéfila.

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El turismo cultural y la recuperación tras la pandemia

Tomé esta foto mientras paseaba con un grupo de turistas por Palermo el 9 de marzo de 2020, horas antes de que empezara el confinamiento en Italia

Cuando hace algo más de un año la pandemia lo detuvo casi todo, una de las primeras cosas que pasó a ser inimaginable fue el turismo. También quedó claro que sería una de las últimas en reactivarse: pasará mucho tiempo hasta que el flujo nacional e internacional de personas que viajan por ocio vuelva a ser el de febrero de 2020. España es un país que depende mucho -tal vez demasiado- del turismo: no sólo por la cantidad de extranjeros que lo visitan cada año, aunque ésa pueda ser la dimensión que más se destaca, sino también por la siempre creciente afición de los españoles a viajar al extranjero y porque España es la puerta de entrada en Europa de buena parte del turismo latinoamericano. Sin embargo, durante este año, hemos oído a menudo sobre las dificultades de otros sectores: la hostelería, por ejemplo, se ha convertido -en una versión tosca y populista del debate- en campo de batalla político en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el turismo ha aparecido en los medios de comunicación y en los programas de las administraciones públicas como mero sinónimo de hoteles de playa y agencias de viajes. A menudo pienso que el turismo no ha sabido explicar y poner en valor su dimensión cultural. De un modo parecido a lo que ha ocurrido con músicos, artistas o gestores culturales, los guías turísticos nos hemos quedado fuera de cualquier plan de rescate de los gobiernos ante la pandemia: frente a ayudas destinadas en exclusiva a evitar cierres, los guías turísticos -que no solemos depender de una estructura física y que vivimos de un trabajo enormemente precarizado y vinculado a bolos- no hemos tenido otras ayudas que las que nuestro estatuto de autónomos nos haya aportado.

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Lament and spell for a haunted Albion

(This text is the English translation of a review published in El Cuaderno.)

“Here lies our ancient future, Deep England: our hope and compassion in the chokehold of power and glory. Hand in hand, here we cry our rage: summoning a lament into the ether, a divine androgynous force, a transcendental purge of the dizzying chaos of post-truth Britain.»

This is the text Gazelle Twin and NYX have chosen as a presentation to their new album, Deep England, sequel and variation of Pastoral, published by the former in 2018. Continuar leyendo «Lament and spell for a haunted Albion»

Un lugar donde ir a escuchar

[Si imaginamos un diagrama de Venn en el que un conjunto sea el de los aficionados a la música de concierto contemporánea y del otro formen parte quienes, fascinados por el remoto norte, han vivido o pasado temporadas cercanos a la línea del Círculo Polar Ártico, se crea una intersección en la que estamos instalados los amantes de poemas sinfónicos en los que las masas sonoras avanzan con la lentitud inexorable de un glaciar o embisten con la contundencia inmitigable de una tempestad de viento y nieve o una erupción volcánica. Del Tapiola de Sibelius a las piezas de inspiración geológica de Anna Þorvaldsdóttir y Páll Ragnar Pálsson, existe un repertorio que hace del encuentro con lo elemental de las fuerzas de la naturaleza en el extremo septentrional del planeta no sólo una fuente de inspiración, sino también un repositorio de mecanismos de escritura y una propuesta de compromiso con los retos a los que nos enfrentamos como especie en el Antropoceno. En ese universo, la música de John Luther Adams ocupa un lugar muy especial. He escrito unos párrafos sobre su extraordinario nuevo libro.] Continuar leyendo «Un lugar donde ir a escuchar»

No pasa nada porque el “año Beethoven” esté acabando. El año que viene volverá a serlo. Y el siguiente.

Es muy posible que Ludwig van Beethoven naciera el 16 de diciembre de 1770, anteayer hizo doscientos cincuenta años. Al final este año nos ha dejado un montón de conciertos cancelados, que seguramente se reprogramen para el año que viene, y varias decenas de nuevas grabaciones que, salvo escasas excepciones, han arrojado poca luz sobre el legado y la vigencia del compositor alemán. Eso sí, en todas partes hemos vuelto a oír las mismas obviedades e idioteces sobre la genialidad de Beethoven y la naturaleza revolucionaria de su música. Continuar leyendo «No pasa nada porque el “año Beethoven” esté acabando. El año que viene volverá a serlo. Y el siguiente.»

Treinta discos para empezar a descubrir el genio poliédrico e inabarcable de Ennio Morricone

Morricone en un estudio de grabación en Los Angeles, 1977

Era inevitable que la noticia llegase más temprano que tarde. Aún así me sacude esta mañana como una bofetada nada más abrir Twitter y me obliga a enfrentarme una vez más a su discografía inabarcable y poliédrica. Ennio Morricone ha mueto a los 91 años y deja un legado de centenares de horas de felicidad perfecta. Continuar leyendo «Treinta discos para empezar a descubrir el genio poliédrico e inabarcable de Ennio Morricone»